Con la expresión de quien acaba de aterrizar en otro planeta y no tiene claro si debe saludar o pedir un mapa, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, protagonizó este martes un momento digno de los anales del protocolo diplomático.
Durante la ceremonia oficial de recibimiento en el Palacio Akasaka, en Tokio, el mandatario se mostró visiblemente confundido, moviéndose con cautela, el rostro cansado y la mirada errante. En todo momento tuvo que ser guiado por la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, quien, con paciencia y precisión oriental, lo condujo a su posición mientras las cámaras registraban cada segundo del encuentro.
Por unos instantes Trump pareció debatirse entre avanzar, levantar la mano o esperar una señal divina. Los soldados japoneses, impecables en su postura, no pestañearon. El viento apenas movía las banderas, y la escena recordaba más a una pintura de museo que a una ceremonia de Estado.

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